Monday, July 12, 2010

Apoteosis en el Caribe

Lo de este pasado domingo ha sido muy grande. No solo por el ansiado triunfo de España en la final del mundial, sino por el escenario en el que lo he podido vivir y disfrutar. Se trata de la costa del Caribe costarricense, concretamente la parte sur, donde se concentra la mayor parte de la comunidad afro-caribeña del país, procedente de Jamaica en su mayor parte. Allá partí junto a mi compañera alemana y tres holandeses, tan ilusionados como yo a la espera del desenlace mundialista. Nos alojamos en Cahuita, un pueblecito donde el reggae y el calipso se oyen en cada rincón, con unas playas impresionantes que ya ocupan un lugar privilegiado en mi retina.




Vistas desde el bungalow donde nos quedamos, el Spencer Seaside Lodging, muy recomendable.


Erik y Kevin, preparando la víspera del gran día.

Cahuita fue fundada en el siglo XIX, cuando pescadores de tortugas jamaicanos establecieron sus campamentos en las playas de la zona. El nombre procede de las palabras en miskita (una lengua indígena) cawi (un tipo de árbol) y ta, que significa “costa”. A diferencia de otras localidades de la costa caribeña como Puerto Viejo, Cahuita ha logrado mantenerse un poco al margen de los circuitos turísticos y todavía conserva un ambiente bastante relajado y familiar.





Un lugar clave que no podíamos dejar de visitar es el Parque Nacional de Cahuita, a sólo 5 minutos del centro. Un fantástico lugar bordeado de playas de arena blanca y aguas cristalinas, con una riqueza enorme en lo que a variedad de flora y fauna se refiere. Cruzando sinuosos senderos y alguna que otra pasarela a través de la jungla, llegamos a punta Cahuita donde se halla uno de los dos arrecifes de coral vivos de Costa Rica. El recorrido merece mucho la pena y, con suerte, es posible encontrarse con algunos animales exóticos, como coatis, perezosos y algunos monos. Nosotros no pudimos ver ninguno de estos, pero si que topamos con algunos lagartos, mariposas gigantes y varios cangrejos.








El único primate que encontramos

Y llegó el momento más esperado, 12 y media de la tarde, la gran final. Yo ya sabía que iba a tener que verla entre holandeses. Lo que no esperaba era la marea naranja de aficionados que una hora antes del partido abarrotaba un conocido chiringuito de Puerto Viejo, cuyo dueño también es holandés, y que mis colegas escogieron para presenciar el evento. Menuda encerrona. De todos modos, el ambiente fue estupendo antes, durante y después del encuentro, el buen rollo primó ante todo. Con el pitido final del árbitro estallé de alegría y, tras la pertinente felicitación de buena parte de la hinchada rival, salí disparado en gayumbos hacia el Caribe a darme un merecido baño de gloria. Era el broche de oro para un intenso mes de fútbol y celebraciones que tardaré en olvidar.






Haciendo amigos



Los ánimos entre los holandeses no estaban naturalmente para muchas celebraciones, así que la vuelta a la tranquila Cahuita no se prolongó mucho. Una vez allí nos dimos el último baño del día en playa Negra, llamada así por el color de su arena. Ya en la noche, cenita, paseo por el pueblo y a dormir. Nada que ver con la fiesta de la noche anterior. Fue en ese momento, solo, entre holandeses desolados, cuando eché más de menos estar entre los míos y vivir el momento con ellos





Momentos nostálgicos aparte, esta ha sido un fin de semana redondo que ya me iba haciendo bastante falta tras la última semana, donde he pasado a trabajar de seis a ocho horas diarias. En esta que empieza, la carga de clases se relaja un poco, pero pronto empiezan a llegar más estudiantes. Eso si, los fines de semana que me queden pienso seguir invirtiéndolos en viajes como este último. Tengo aún pendientes un par de parques nacionales que me gustaría visitar, y un conocido festival en Guanacaste. Espero que haya tiempo para todo, porque a esto ya le queda muy, pero que muy poquito.

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