Sunday, August 29, 2010

Vuelta a casa

Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida.

Mario Benedetti


Después de un viaje rocambolesco, con más de 15 horas de vuelo, más dos de tren, y varías más entre escala y escala, al fin regresé a Córdoba. Escribo ya desde casa, aún con algo de resaca tras la boda de ayer, haciendo un balance general de lo que ha dado de si esta fenomenal experiencia vivida en Costa Rica (y en Panamá durante ocho días). Han sido 3 meses bastante provechosos los que he pasado allí donde, aparte de trabajar, he tenido la oportunidad de visitar lugares increíbles, con una belleza paisajística tremenda. Es, sin duda, lo que más me ha cautivado, sus volcanes, sus selvas tropicales, sus playas de agua cristalina... escenarios naturales de película, donde el paraíso se hace presente en la tierra. Aparte, la biodiversidad presente es fascinante, con especies que nunca antes había visto tan de cerca.







Pero que sería de estos parajes de fábula sin la gente con los que he podido disfrutarlos. Personas maravillosas que siempre quedarán en mi recuerdo y de los que tengo la impresión que no tardaré en volver a ver. Pensaba que tres meses sería poco tiempo para llegar a crear vínculos suficientemente fuertes para llegar a echar de menos, pero me equivocaba. A pesar de que mi vida social estaba algo limitada, tanto por el trabajo como por habitar a 5 kilómetros de Turrialba, no me puedo quejar en cuanto a las amistades trabadas, tanto con compañeros de trabajo como con gente de otros rincones del país, y visitantes de diferentes países, especialmente de Holanda. Se puede decir que he conocido a más holandeses en tres meses aquí que en toda mi vida.







Teniendo en cuenta lo cómodo que me he sentido en todo momento trabajando aquí, la calidad de vida que he gozado, y el fabuloso grupo de personas que ya piden que regrese cuanto antes, se me hace complicado decidir a que país volvería si algún día me da por asentarme. Hasta ahora, Lituania tenía todas las papeletas, pero creo que Costa Rica se lo ha puesto difícil. A diferencia de India, por ejemplo, donde los contras casi igualaban a los pros, aquí apenas he tenido razones para quejarme (aparte de los mosquitos y la lluvia). No sé, la vida da muchas vueltas y a mí aún me queda mucha mecha que quemar, pero no descartaría un hipotético retorno a tierras ticas, al menos otro verano más y después quien sabe.



No querría concluir y cerrar este blog, sin agradecer a todas esas personas que por un motivo u otro, han colaborado en hacer de esta experiencia una de las más agradables vividas nunca en ningún otro lugar. En especial quisiera dar las gracias a Ingrid, directora de Spanish by the River, y a Fernando, su marido, por darme la oportunidad de trabajar con ellos y acogerme como un miembro más de su familia. Sin ellos, todo esto no habría sucedido. Gracias por el trato recibido y darme su confianza en todo momento. Tanto a ellos como a los demás, espero verlos pronto, ya sea allí, acá o más para allá.

¡Pura vida, maes!

Continuará en…... Pásame esa China.

Wednesday, August 25, 2010

A paso tortuga

Para despedirme de Costa Rica, al menos en lo que a viajes se refiere, escogí un apacible pueblecito a la orilla del mar Caribe, al que solo es posible acceder a través de barco o avioneta. Situado en una península, y rodeado completamente de canales y selva tropical, el pueblo de Tortuguero es uno de los destinos más recomendados a los visitantes, especialmente por el fenómeno natural que tiene lugar en sus playas durante estas fechas. Me estoy refiriendo a la llegada de tortugas marinas de diferentes especies que vienen cada año a dejar sus huevos. Simplemente por presenciar esto ya merece la pena venir. Aparte, la llegada en sí, en barca a través de los canales, ya es una maravilla.




Embarcadero principal



Una vez hallado el alojamiento (El Balcón del Mar, cabañitas a 8 dólares, enfrente del mar, una ganga), me uní a otros dos mochileros, un mexicano y otro español, para ir a ver el espectáculo de las tortugas. Para ello es necesario ir de noche y con la compañía de un guía. A las playas de Tortuguero vienen a desovar diversas especies, pero nosotros solo vimos dos tortugas verdes, cuyo caparazón puede llegar a más de un metro y medio de longitud, con un peso de hasta 200 kilos. Descubrimos a una en pleno desove y fue una experiencia realmente bella. Me sentí de verás un privilegiado al poder ser testigo de ese momento.
Una de estas tortugas puede poner entre 80 y 120 huevos, del tamaño de una pelota de tenis. Luego los entierra cuidadosamente y vuelve al mar. Por desgracia, no nos dejaron fotografiar ni filmar nada, así que os tendréis que conformar con estas muestras:





Otra de las actividades esenciales en esta zona, es la visita al Parque Nacional Tortuguero. Es posible recorrer una parte a pie a través de un sendero de 2 kilómetros, pero lo más habitual e interesante es explorarlo en canoa, navegando por los riachuelos. Según los guías, se pueden ver hasta 3 especies diferentes de monos, perezosos, caimanes, y multitud de aves acuáticas. El problema es que la mayor parte del recorrido, de unas 3 horas, la hicimos bajo una persistente lluvia que deslució bastante la visita, e hizo que la mayor parte de los animales optaran por esconderse entre la maleza, apenas avistamos nada, la verdad.





Empapado y algo decepcionado por el paseo matinal, partí de vuelta a Turrialba. Todavía me quedaban 6 horas de viaje, incluyendo la barca y hasta cuatro autobuses diferentes. A pesar de toda esta odisea y del chaparrón, no puedo decir que me disgustó la experiencia. Tortugas aparte, me lo pasé muy bien por el viaje en sí y la experiencia de ir conociendo otros viajeros, que te hacen recorrer el mundo y sentir curiosidad por nuevos lugares, simplemente escuchando sus experiencias. Eso creo que es una de las cosas más bonitas cuando se recorre el mundo, de cada persona que uno encuentra en el camino se aprende algo.

Y ahora toca empezar a hacer el equipaje y despedirme ya de la escuela y la gente que me ha acogido aquí. Desde aquí darle mil gracias a Ingrid y Fernando por darme esta genial oportunidad, y a todos los compañeros por su cariño y apoyo, y hacerme sentir un tico más. Sois pura pura vida, os voy a echar de menos a todos. A la llegada a España acabaré de cerrar el blog, así que manténgase al tanto.

Saturday, August 21, 2010

Cuidado que quema

Tal y como deseaba, finalmente me ha quedado una última semana en Costa Rica, libre para ir donde me plazca, antes de la vuelta definitiva a casa. Como primera opción, he visitado uno de los sitios que más me han ido recomendando desde que estoy aquí: la zona alrededor del volcán Arenal, el cual está entre los 10 más activos del mundo. Un lugar idílico, a unas 5 horas de autobús al norte de San José, con cantidad de actividades que hacer, pero también bastante explotado a nivel turístico. Me alojé en La Fortuna, un pequeño pueblo donde se halla la mayoría de alojamientos y agencias de turismo, y frecuentado mor mochileros de todos los rincones del mundo. Mi primera opción para alojarme era El Castillo, que da a la cara más activa del volcán, menos concurrido por los turistas, pero de acceso más difícil. Debido a la falta de transporte público a la hora que llegué, y que los taxistas meten autenticas clavadas, tuve que desecharlo.


Calle principal de La Fortuna con el imponente Arenal al fondo





Como quería aprovechar al máximo el poquito tiempo que iba a estar por allí, en cuanto bajé del autobús me puse en camino, carretera adelante, al Ecocentro Danaus, a 3 kilómetros al este de la Fortuna. Se trata de una reserva ecológica que promueve la investigación de los ecosistemas tropicales y la protección y el uso sostenible de la biodiversidad. En su interior uno puede encontrarse con diversas especies animales, desde mamíferos como el agutí hasta reptiles como el lagarto basilisco o caimanes en su laguna central.





La reserva cuenta también con un mariposario y un área dedicada a las ranas, aparte de un interesante jardín botánico. El paseo no estuvo mal, aunque pude comprobar lo difícil que se hace avistar a ciertos animales como los perezosos, acurrucados entre las ramas de los árboles. Hace falta ir muy despacio y atento para descubrirlos. A día de hoy todavía no he visto ninguno que se vea claro, sin que parezca un fruto o un montón de hojas secas. Habrá que aguzar más la vista.


La popular rana calzonuda haciendo gala de su mimetismo





Encontré un hostal bastante económico, ideal para mochileros, el Gringo Pete, regentado por un colgado americano, que lleva 8 años en Costa Rica y no habla ni papa de español. Allí conocí a un simpático grupo de franceses con los que pasé el día siguiente entero, de aquí para allá. Para empezar, fuimos a los puentes colgantes del Arenal, una reserva biológica donde es posible explorar el bosque tropical desde las alturas. Las vistas desde los puentes son espectaculares y el paseo por sus senderos es bastante agradable. Además, nos hicimos pasar por un grupo de estudiantes de español acompañados de su profesor (servidor), y nos dejaron la entrada a mitad de precio. Hay que tener cara, vaya que si, pero es que pagar 22 dolares me parecía algo excesivo.







El recorrido total es de un poco más de 3 kilómetros, pasando 6 puentes colgantes, de los cuales el más largo mide 98 metros. Para los aficionados a la ornitología, es posible realizar circuitos programados de observación de aves tropicales. Aparte, a lo largo de los senderos es posible encontrarse con acompañantes inesperados, como alguna que otra serpiente. Que tomen nota los más aprensivos antes de aventurarse.





Otro punto de interés colindante al hipnótico volcán es la catarata de la Fortuna, de 70 metros de altitud. Una maravilla natural escondida en lo más profundo de la selva, aunque ya hace tiempo que ha sido explotada para el turismo. De hecho, para acceder hay que pagar entrada, y el camino hasta la poza principal está pavimentado. No obstante, vale la pena venir a este sitio, aunque solo sea por pegarse un chapuzón tras la caminata.






La clásica pose

Al caer la tarde, teníamos pensando subir a un mirador a ver si el volcán soltaba algo de lava, pero no pudimos localizar a la persona que se ofreció para llevarnos. De todas formas, la actividad volcánica llevaba parada ya algunas semanas y apenas habríamos visto nada.



Los franceses se quedaron un día más, pero yo tuve que regresar a Turrialba para una última cena con los otros profesores. Tiempo ya de despedidas y hacer balances, pero antes un viajecito más antes del regreso (hay que sacarle el jugo a esta experiencia). Todavía estoy decidiéndome entre el parque Manuel Antonio o Tortuguero, pero seguramente me acabe decantando por este último.

¡Hasta muy pronto!

Sunday, August 15, 2010

Pura adrenalina

Si hay una cosa por la que Turrialba guarda fama allende las fronteras ticas es por tener en sus alrededores, dos de los mejores ríos del mundo para practicar el rafting: el Reventazón y el Pacuare. Ayer tuve finalmente la suerte de bajar este último y disfrutar por primera vez de esta experiencia única, incomparable a ninguna otra cosa que haya hecho antes en mi vida. 28 kilómetros rio abajo en una barca, a merced de las aguas bravas, atravesando el corazón de la selva virgen, y disfrutando de paisajes espectaculares. En nuestro bote, iba otro profesor de español, David, que se va a enseñar a Panamá, y cuatro franceses, uno de ellos de 70 años, también debutante. Como veis, nunca es tarde si la dicha es buena. Por supuesto, la tripulación contaba con un estupendo guía, Fabio, que nos iba dando las instrucciones hacia donde y como remar.







Para aquellos que desconocen este deporte de aventura, consiste en descender un rio (generalmente de aguas turbulentas) en una balsa, dejándose llevar por la corriente, y utilizando los remos para moverse en una dirección u otra. Los tramos que se recorren se clasifican en diferentes clases (de I a VI) en función de la dificultad. Nosotros pasamos rápidos de hasta nivel IV, con olas de hasta dos metros. Hay que tener en cuenta algunas reglas de seguridad, principalmente, en lo que concierne al equipo. Cada tripulante debe contar con un chaleco salvavidas, un casco y calzado adecuado. Si se siguen las instrucciones del guía de manera adecuada, y uno no le tiene demasiado miedo al agua, no me parece una actividad peligrosa, y cualquiera puede intentarlo.





Centrándome ya en nuestro recorrido en sí, el inicio fue muy tranquilito a pesar de alguna que otra ola rebelde. Poco a poco la cosa se fue complicando más con los rápidos de clase III. Aquí ya empezaban a tener nombres propios, tan sugerentes como “Wakas” (“cementerio” en lengua indígena) o “Ay caramba”. Hubo algunos momentos en los que las olas nos traspasaban y tuvimos que cambiar de posición e irnos al suelo de la balsa. Nadie se cayó al agua durante el trayecto, aunque en un par de veces casi me voy por la borda.







Pero no todo son vaivenes y remojones en el descenso del Pacuare. Por el camino, también hay tramos tranquilitos donde se puede admirar la grandiosidad del bosque tropical. Me gustó especialmente la parte en la que atravesábamos uno de los cañones, nos tiramos al agua y nos dejamos llevar rio abajo. No imagináis lo maravilloso que resulta tenderse boca arriba e ir viendo las paredes casi verticales, llenitas de vegetación virgen. Un momento irrepetible, difícil de describir en estas líneas. Que lástima que el fotógrafo (que nos acompañaba desde un kayak) no tomase fotos de esta parte, ni de otras delicias paisajísticas.





En definitiva, que si alguna vez os da por viajar a Costa Rica, no podéis iros sin haber hecho rafting en Turrialba. Hay varias agencias que organizan esta y otras actividades de aventura en la zona. Nosotros probamos con Ticos River Adventures y puedo decir que todos quedamos muy satisfechos con su servicio. Podéis encontrar más información en su página web, www.ticoriver.com.

Después de creo que ya me puedo volver tranquilo, aunque todavía me gustaría ver más animales salvajes. Quizás emplee lo que me queda de estancia para visitar algún parque nacional, el de Manuel Antonio en el Pacífico, o Tortuguero en el Caribe. Sea cual sea la decisión, y pasé lo que pasé durante mis últimos 10 días en tierras ticas, ya puedo decir que la experiencia ha sido totalmente provechosa por numerosos motivos. ¡Pura vida!

Tuesday, August 10, 2010

Panamá, algo más que un canal

¿Os imagináis un viaje a la India sin pasar por el Taj Mahal? ¿O estar en Egipto y no visitar las pirámides? El mismo pensamiento se me pasó por la cabeza en el momento en que crucé el Paso Canoas para entrar en Panamá. ¿Cómo podría irme de aquí sin haber visto el canal? Así que, ni corto ni perezoso, aproveché el primer fin de semana que tenía libre para viajar hasta allí. Me fui con Nelly y Kim, dos estudiantes holandesas que ya había conocido en Turrialba, y que tampoco querían marcharse de este país sin admirar su principal atracción. Fue un viaje largo (unas 6 horas de autobús) pero mereció mucho la pena visitar Ciudad de Panamá, no solo por el canal en sí, sino por otros puntos de interés que no nos defraudaron en absoluto.




Uno de los muchos autobuses tuneados de la ciudad

Nada más llegar y, tras encontrar un alojamiento decente (Hostal Buenaventura, bueno, bonito y barato, zona Bellavista), nos dirigimos hacia las esclusas de Miraflores, desde donde se puede presenciar el paso de las embarcaciones desde el mar Caribe hasta el océano Pacífico, y viceversa. El horario de visita más recomendable es entre las 15 y 17 horas, cuando tiene lugar la mayor parte del trasiego de barcos. Nosotros solamente vimos pasar un buque grande, pero nos quedamos bastante satisfechos. Aparte, el centro de visitantes cuenta con un interesante museo y una proyección de video muy útil para conocer más sobre la historia de esta maravilla de la ingeniería.




Totalmente entre dos aguas

Los primeros intentos de abrir un paso entre los dos océanos tuvieron lugar a finales del siglo XIX por iniciativa francesa, pero el proyecto tuvo que ser abandonado por diversos motivos. Los estadounidenses retomaron la construcción, en la que participaron miles de trabajadores de todo el mundo, y finalmente, en 1914, el vapor Ancón se convertía en el primer barco que atravesaba los 80 kilómetros de longitud del canal. Desde entonces, naves procedentes de todos los confines de la tierra cruzan cada día de un lado a otro, ahorrándose en el mejor de los casos hasta dos semanas de travesía. A partir de 1999, el canal es administrado por el gobierno panameño, que ha convertido a esta obra maestra en símbolo del orgullo nacional.





Para continuar con nuestra ruta, tomamos un taxi en dirección al casco viejo de Panamá, un pintoresco barrio a la orilla del Pacífico, cuyas callejuelas se organizan en torno a la Plaza de la Independencia, el corazón del vecindario. Alrededor podemos encontrar diversos edificios notables como la Catedral, el Teatro Nacional o el Palacio de las Garzas, el lugar de residencia del presidente.


Catedral


Plaza Bolivar



Una de las cosas que más salta a la vista es el estado de deterioro de algunas casas, algunas prácticamente derruidas y abandonadas. A pesar de todo, el lugar no deja de desprender cierto encanto y aroma de un pasado esplendoroso. También hay que tener en cuenta que no es un área del todo segura y que al caer la tarde se recomienda salir por patas de allí, aunque el ambiente no es tan peligroso como otras zonas de la ciudad como El Chorrillo o Curundú, donde la criminalidad suele ser bastante alta y es mejor evitarlas pues.







Antes del atardecer, aún nos quedó tiempo para darnos una vuelta por Panamá Viejo, el primer asentamiento europeo en la costa del Pacífico. Aquí se encontraba la antigua ciudad antes de que a los piratas ingleses, comandados por Henry Morgan, les diera por destruirla allá por el 1671. Hoy día solo permanecen unas pocas ruinas, destacando el conjunto de las Casas Reales.







Otra de las cosas que más nos gustó en Panamá City, fue su animada vida nocturna. Salimos por Calle Uruguay, un concurrido lugar donde se concentra la mayoría de los garitos de moda de la ciudad. Es una zona frecuentada por gente bien aunque los precios no son excesivamente caros. Además, cuando uno tiene la suerte de ir acompañado de dos rubias con ojos azules, como en mi caso, entra gratis a casi todas partes. ¿Discriminación positiva? Pues si. Entre los locales más recomendados se encuentran La Kava o el S6is.



Al día siguiente, y después de otras 6 horas de autobús, amenizadas por algunas películas cargadas de violencia, cortesía de nuestro querido conductor, para el beneplácito de niños y adultos, regresamos a Boquete, muy contentos con la experiencia. No era para menos, habíamos puesto nuestros pies en uno de esos lugares que toda persona debería visitar antes de morir.


Cruzando el Puente de las Américas

Y hoy mismo es mi último día aquí. Ha sido una semana que se me ha pasado volada, en los que he trabajado como nunca (con jornadas de hasta 10 horas de clase), pero he también he tenido tiempo para el disfrute. Aún así he echado bastante de menos el cachucheo y el jaleo que existe en la otra escuela en Turrialba, con más profesores y profesoras alrededor y un ambiente más animado, y por supuesto, el sempiterno “pura vida”. Pero bueno, mañana estaré de nuevo por allí, listo para vivir mi recta final en Centroamérica.