Wednesday, July 28, 2010

Orgullo "guanacastico"

El 25 de Julio, los habitantes del territorio conocido como Partido de Nicoya, al noroeste de Costa Rica, que hasta ese momento había dependido administrativamente a la capitanía de Guatemala, deciden anexionarse al país tico. Este día se celebra por todo lo alto en la actual provincia de Guanacaste con toda suerte de festejos, a los que tuve la suerte de acudir gracias a la invitación de mi amiga Liany, a la que no veía desde aquel paseo por San José. Un fin de semana intenso y maravilloso, no solo por el viaje en sí, sino también por poder reencontrarme con esta y otras estupendas personas.



Tras un largo pero animado viaje, llegué con Tavo hasta Nandayure, el pueblo de Liany, donde nos alojamos. Un lugar muy tranquilo, rodeado de verdes montes, ideal si lo que uno busca es la paz y alejarse de zonas más concurridas e invadidas por el turismo gringo. Al principio lo dije medio en broma, pero pensándolo bien, veo este sitio como uno de los 3 o 4 en el mundo donde no me importaría establecerme.

En uno de los cerros colindantes está instalado un antiguo radar, desde donde se pueden apreciar unas vistas geniales. Por lo que me han dicho, están planeando volver a ponerlo en funcionamiento con el fin de detectar embarcaciones sospechosas de transportar droga.





Ya en la tarde empezamos a disfrutar de los primeros actos dedicados a la anexión, como el festival folclórico del maíz en el que, entre otras actividades, se organiza una exhibición de bailes populares costarricenses. Un espectáculo lleno de ritmo y colorido, entre tampitos (baile típico de Costa Rica) y guapipías , los típicos gritos sabaneros que se oyen en cada rincón. La noche tuvo su momento de frikismo musical, cuando uno de los grupos se bailó una versión en cumbia del “Fiesta pagana” de Mago de Oz, ver para creer:










Parrillada, guitarras y harmónica para cerrar el día

Al día siguiente nos pusimos rumbo hacia la costa del Pacífico, concretamente a playa Carrillo, a unos 4 kilómetros de la popular y sofisticada Sámara. A diferencia de ésta última, playa Carrillo es mucho más tranquila, con menos turistas, y mantiene un encanto especial. Con su arena blanca y fina, su bosque de palmeras y promontorios rocosos que se adentran en el mar, posee los elementos esenciales de una playa de película. Lo que yo daría por tener una cabañita aquí mismo.






Nuestro particular chiringuito

Con nubes amenazantes de lluvia en el horizonte, marchamos a Nicoya, capital de la provincia, y donde se iban a celebrar los festejos principales del 25 de julio. En la plaza principal se estaba celebrando el tope, una especie de feria, con diversos puestos de comida, música tradicional, gente bebiendo y bailando y caballistas paseando. Algo así como nuestra feria de Córdoba, pero sin trajes de flamenca. El evento se tuvo que suspender por un estruendoso chaparrón que nos obligó a refugiarnos durante unas horas en un bareto, donde amenizamos a la clientela a base de rancheras entremezcladas con rumbas. Sin duda uno de los grandes momentos del fin de semana.





Tras las tempestad llegó la calma y con ella los conciertos. Por las consabidas condiciones climatológicas, el festival se tuvo que reducir a solo dos grupos, unos cubanos que hacían son, y un cantautor local que, sin poner en duda su calidad artística, tengo que reconocer que me dejó roque en algunas piezas. Para finalizar suculenta cena, amargas despedidas y a buscar donde conectar la noche con la mañana. Mi autobús salía a las 4 de la mañana, así que opté por empalmar con la jornada laboral del lunes, que por suerte no fue muy larga.

De nuevo gracias a mis anfitrionas y a toda la gente con la que pude disfrutar estos dos días. Sois estupendos. Con suerte nos volveremos a ver más adelante, aunque teniendo en cuenta que ya solo me queda un mes aquí, lo mismo el reencuentro tiene que esperar algo más. ¡Hasta la próxima!

Friday, July 23, 2010

Aventuras en Aquiares

Después de un racha intensiva de clases y cuando ya empezaba a notar algún que otro síntoma de cansancio, tanto físico como psicológico, el miércoles pasado me lo dieron libre. Fue algo que no me esperaba y que de verdad agradecí. Así que aproveché la oportunidad para organizar una pequeña excursión, junto a un par de estudiantes, Kelly y Nicholas, y mi colega Osvaldo, a algún sitio que no estuviera muy lejos. En este caso fuimos a explorar la zona de Aquiares, concretamente sus cataratas, a unos 7 kilómetros al norte de Turrialba.





El acceso no es muy complicado, a pesar de la ausencia de indicaciones. Basta con preguntar a algún lugareño que te indicará amablemente a seguir. Después de bajar un enfangado sendero entre cafetales llegamos a la base de la catarata, de unos 15 metros de altura, donde paramos para hacer la pertinente foto y prepararnos para lo que nos aún aguardaba: la subida al tope. Toda una odisea saltando entre rocas deslizantes, terrenos escarpados, atravesando la espesa maleza del bosque tropical, hasta llegar a la cima. El esfuerzo valió la pena ya que aquí, justo antes del salto de agua, hay una pequeña poza donde es posible nadar y pasar un buen rato haciendo el gamba.





Pero si la primera parte del recorrido fue dura (aunque muy divertida), la segunda fue casi de película. Casi por instinto, seguimos una sinuosa senda, escalando pared arriba, valiéndonos de ramas y lianas para no resbalar y caer al vacío, hasta que dimos con otro camino algo más transitable que nos guió hasta la carretera principal. Sudorosos, embarrados, pero muy satisfechos retornamos a casa, contentos de haber salido indemnes de este recóndito paraje.

Para redondear el día, hicimos una cena internacional, con presencia canadiense, belga, holandesa, americana y costarricense. En representación española, cociné una paella que no me quedó mal a juzgar por la expresión de los comensales al concluir el banquete.


Paella y toros, ¿se puede ser más cañí?

Y esta misma tarde salgo para Guanacaste, en la zona noroeste del país, a celebrar una de los festivales con más solera en esta región, junto a un grupo de gente que ya tengo ganas de volver a ver. Otro viajecito que promete, a la vuelta seguiré contando.

¡Pura vida!

Tuesday, July 20, 2010

El letargo del gigante

Recortando el horizonte, emergiendo desde las frondosas selvas, y saludando a base de inquietantes fumarolas, los volcanes son una parte esencial del paisaje costarricense. Este domingo visité el más grande y alto del país, el volcán Irazú, dentro del parque nacional del mismo nombre. Su nombre procede del vocablo indígena arat-zu, que significa lugar de truenos y temblores, aunque actualmente, y por suerte para el visitante, es un sitio bastante tranquilo y sin riesgo de erupciones.




Vista del cráter principal, de 1050 metros de diámetro.


Uno de los coatis que merodean por el parque.

Tuvimos la suerte de llegar temprano gracias a que mi colega holandés, Kevin, nos llevó en el coche. De no ser así, apenas hubiéramos podido disfrutar nada del paisaje, ya que a partir de las 10 de la mañana es cuando las nubes empiezan a cubrirlo todo con su manto. A través de un sendero, atravesando la salvaje vegetación (hay una carretera, pero no es tan divertido entonces), llegamos a la cima, a 3432 metros de altitud, que por cierto es el punto más alto en el que he estado nunca. Desde aquí, en los días despejados, es posible divisar tanto el Caribe como el Pacífico.


¡Pura vida!




No podía faltar la clásica foto haciendo el canelo

Aparte del Irazú, existen en Costa Rica unos 112 volcanes, cinco de los cuales están activos. Uno de ellos, sin ir más lejos, es el Turrialba, justo enfrente de la escuela donde trabajo. Hace poco pudimos disfrutar de una erupción, aunque esta se quedó solamente en una nube de cenizas. Es difícil predecir cuando sucederá la próxima grande, pero por lo que he podido oír, no anda muy lejos por los signos que empiezan a apreciarse.


El Turrialba haciéndose notar

Y como la lava del volcán por sus laderas, el tiempo corre deprisa y ya empiezo a sentir que apenas me queda nada. De hecho, tras el próximo fin de semana, en el cual visitaré la provincia de Guanacaste, la más popular en cuanto al folklore nacional, solamente tendré cuatro oportunidades más de seguir disfrutando de las maravillas ticas. El resto de los días continuaré trabajando a tope, aunque a mitad de agosto el ritmo afloja. Sea como sea, estoy seguro de que lo seguiré disfrutando hasta el final.

(Agradecimientos especiales a Ben por sus excelentes fotos, el día en que mis baterías de la cámara me jugaron una mala pasada)

Friday, July 16, 2010

¿Por dónde queda?

“Bajando 400 metros al sur desde la bomba (gasolinera), al final de la calle, una casa de ladrillo.” De esta singular manera es como le indicó mi amigo Marco al servicio de equipajes del aeropuerto de San José, la dirección donde debían entregar mi maleta, la cual se quedó en el aeropuerto de New York, el día que aterricé en Costa Rica. Ni nombre de la calle, ni número ni nada. Aquí la gente se suele orientar a partir de puntos de referencia. Las calles y avenidas no suelen tener nombre, y aunque lo tengan, la manera de dar la dirección es partiendo de un lugar concreto, y desde ahí se indican los metros que hay que caminar, hacía uno u otro punto cardinal. Incluso las direcciones postales vienen indicadas de esta manera.



Para hacerse una idea, 100 metros equivalen a una manzana. Así, si os dicen que vayáis 200 metros al sur y 300 metros al oeste, os están diciendo que toméis la segunda calle a mano derecha, y luego sigáis recto hasta cruzar 3 calles. Los lugares de referencia suelen ser iglesias, estatuas, parques, aunque a veces pueden ser sitios de lo más variopinto, como tiendas de ropa, puestos de helados, o incluso árboles.

Para que os hagáis una pequeña idea de esta peculiaridad del modo de vida tico, aquí os dejo esta muestra, la aventura de la orientación en Costa Rica sin volverse majareta:



Claro, ¿verdad? Gracias a los colaboradores por la ayuda prestada, sois muy grandes.

Monday, July 12, 2010

Apoteosis en el Caribe

Lo de este pasado domingo ha sido muy grande. No solo por el ansiado triunfo de España en la final del mundial, sino por el escenario en el que lo he podido vivir y disfrutar. Se trata de la costa del Caribe costarricense, concretamente la parte sur, donde se concentra la mayor parte de la comunidad afro-caribeña del país, procedente de Jamaica en su mayor parte. Allá partí junto a mi compañera alemana y tres holandeses, tan ilusionados como yo a la espera del desenlace mundialista. Nos alojamos en Cahuita, un pueblecito donde el reggae y el calipso se oyen en cada rincón, con unas playas impresionantes que ya ocupan un lugar privilegiado en mi retina.




Vistas desde el bungalow donde nos quedamos, el Spencer Seaside Lodging, muy recomendable.


Erik y Kevin, preparando la víspera del gran día.

Cahuita fue fundada en el siglo XIX, cuando pescadores de tortugas jamaicanos establecieron sus campamentos en las playas de la zona. El nombre procede de las palabras en miskita (una lengua indígena) cawi (un tipo de árbol) y ta, que significa “costa”. A diferencia de otras localidades de la costa caribeña como Puerto Viejo, Cahuita ha logrado mantenerse un poco al margen de los circuitos turísticos y todavía conserva un ambiente bastante relajado y familiar.





Un lugar clave que no podíamos dejar de visitar es el Parque Nacional de Cahuita, a sólo 5 minutos del centro. Un fantástico lugar bordeado de playas de arena blanca y aguas cristalinas, con una riqueza enorme en lo que a variedad de flora y fauna se refiere. Cruzando sinuosos senderos y alguna que otra pasarela a través de la jungla, llegamos a punta Cahuita donde se halla uno de los dos arrecifes de coral vivos de Costa Rica. El recorrido merece mucho la pena y, con suerte, es posible encontrarse con algunos animales exóticos, como coatis, perezosos y algunos monos. Nosotros no pudimos ver ninguno de estos, pero si que topamos con algunos lagartos, mariposas gigantes y varios cangrejos.








El único primate que encontramos

Y llegó el momento más esperado, 12 y media de la tarde, la gran final. Yo ya sabía que iba a tener que verla entre holandeses. Lo que no esperaba era la marea naranja de aficionados que una hora antes del partido abarrotaba un conocido chiringuito de Puerto Viejo, cuyo dueño también es holandés, y que mis colegas escogieron para presenciar el evento. Menuda encerrona. De todos modos, el ambiente fue estupendo antes, durante y después del encuentro, el buen rollo primó ante todo. Con el pitido final del árbitro estallé de alegría y, tras la pertinente felicitación de buena parte de la hinchada rival, salí disparado en gayumbos hacia el Caribe a darme un merecido baño de gloria. Era el broche de oro para un intenso mes de fútbol y celebraciones que tardaré en olvidar.






Haciendo amigos



Los ánimos entre los holandeses no estaban naturalmente para muchas celebraciones, así que la vuelta a la tranquila Cahuita no se prolongó mucho. Una vez allí nos dimos el último baño del día en playa Negra, llamada así por el color de su arena. Ya en la noche, cenita, paseo por el pueblo y a dormir. Nada que ver con la fiesta de la noche anterior. Fue en ese momento, solo, entre holandeses desolados, cuando eché más de menos estar entre los míos y vivir el momento con ellos





Momentos nostálgicos aparte, esta ha sido un fin de semana redondo que ya me iba haciendo bastante falta tras la última semana, donde he pasado a trabajar de seis a ocho horas diarias. En esta que empieza, la carga de clases se relaja un poco, pero pronto empiezan a llegar más estudiantes. Eso si, los fines de semana que me queden pienso seguir invirtiéndolos en viajes como este último. Tengo aún pendientes un par de parques nacionales que me gustaría visitar, y un conocido festival en Guanacaste. Espero que haya tiempo para todo, porque a esto ya le queda muy, pero que muy poquito.

Wednesday, July 7, 2010

Fiebre mundialista

Días de celebraciones, gritos, ovaciones y euforia desbordada. Por primera vez en su historia la selección española de fútbol ha llegado a una final del mundial, y esto merece una mención especial. Aparte de por la evidente alegría cuando uno ve ganar y jugar de esa manera al equipo de su país, ya tenía ganas de abrir una entrada de este tipo por el ambiente de mundial tan estupendo que se vive aquí en Costa Rica, país donde el fútbol es el deporte rey.



Desde que llegué, a principios de junio, el campeonato del mundo ha estado siempre como telón de fondo, presente en las conversaciones y vivencias del día a día. Y es que comparto casa y trabajo con una alemana y una holandesa que, además es mi jefa, sumados a otro ex-colega, su novia y algunos estudiantes, también de Holanda. Con algunos de ellos tendré el gusto de presenciar la final del próximo domingo.


Con Ina, mi compi alemana, antes del partido, cuando todavía se las prometía muy felices

Como digo, Costa Rica es un país de fútbol y eso lo he podido comprobar durante este mes en las calles, bares y diversos establecimientos. No había rincón sin una televisión o transistor radiando los partidos. En los pasillos del supermercado, en los talleres mecánicos, y hasta en el banco, la gente se agolpaba enfrente de las pantallas, jaleando los regates de Messi, los centros de Robben o los goles de Forlán. Ya que la selección tica no llegó a Sudáfrica (no me quiero imaginar lo que hubiera podido llegar a ser esto), los aficionados se han ido posicionando a favor de uno u otro equipo. La gran mayoría iba con las selecciones del continente americano, en especial con Brasil, aunque he dado con bastantes personas volcadas con España.



En definitiva, este mundial va a ser imborrable en mi memoria, no sólo por la actuación de España sino por haberlo podido vivir en este entorno tan futbolero. Yo ya me siento ganador pase lo que pase en la final.



En otro orden de cosas, decir que es posible que me trasladen a la escuela de Bocas de Toro en Panamá, a partir del próximo lunes. Ya lo confirmaré en la próxima entrada. De momento, este fin de semana me piro al Caribe, a ver si puedo celebrar la victoria en la playa a ritmo de reggae.

Monday, July 5, 2010

Jardín de jardines

Entre clases de español y eufóricas celebraciones por el mundial, aún queda tiempo para desconectar y disfrutar relajadamente de la fenomenal naturaleza de este país. Por ejemplo, el domingo pasé gran parte del día en el jardín botánico del CATIE , siglas del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza. Fundada en 1942 y con 42 hectáreas de extensión, esta institución alberga además de un estupendo jardín, un enorme campus con zonas residenciales para los estudiantes y varias hectáreas con plantaciones forestales, cafetales y cacao. El CATIE goza de bastante popularidad a nivel internacional y es, junto al rafting, lo más conocido de Turrialba en el extranjero. Podéis encontrar más información sobre proyectos y actividades en su página web: http://www.catie.ac.cr




Tunel de bambú



No conseguí colarme en el campus (el truco de hacerme pasar por estudiante griego que no sabe español, no funcionó con el guardia), así que mi paseo se limitó al jardín, precedido de un largo sendero flanqueado por árboles y arbustos procedentes de los cinco continentes. En total, el centro acoge a más de 280 especies en total, muchas de ellas que hasta ahora desconocía, como el árbol de la bola de cañón (llamado así por la forma de su fruto) o el árbol de Ceiba, de donde se obtiene el kapoc, un material utilizado en chalecos salvavidas por su gran flotabilidad.




Árbol de Ceiba

El recorrido se me hizo entretenido y ameno, principalmente por las curiosidades que fui descubriendo mediante los rótulos informativos. Cosas como que el árbol del chicozapote es la fuente natural de la goma de mascar, que el kepel (una fruta procedente de Asia) tiene propiedades desodorantes, o que hay una fruta que se llama milagrosa, que puede alterar el paladar cambiando el sabor ácido al dulce. Nunca viene mal ilustrarse un poquito en el campo de la botánica, aunque reconozco que nunca ha sido mi fuerte.


Fruto del achiote, utilizado como condimento




Árbol de la fruta milagrosa

Aparte de la visita al CATIE, este fin de semana también me he dado una vuelta por la feria del queso de Turrialba, donde se exponen y venden las mejores muestras del producto estrella de la localidad. En especial me gustaron los chicharrones de queso, un plato dulce de queso frito preparado en una mezcla de miel y vainilla. Aquí podéis encontrar la receta por si a alguien le interesara.





Y sigo bien, completando ya casi un mes, con mucho curro pero disfrutándolo al máximo, al igual que mi tiempo libre. Solo echo de menos un poco más de oportunidades para hacer algún que otro viajecillo algo más largo. Un fin de semana libre al completo me vendría fenómeno, a ver si el siguiente, coincidiendo que van llegando nuevos profesores, convenzo a la jefa para que me deje escaparme al Caribe.
¡Pura vida!