Tuesday, August 10, 2010

Panamá, algo más que un canal

¿Os imagináis un viaje a la India sin pasar por el Taj Mahal? ¿O estar en Egipto y no visitar las pirámides? El mismo pensamiento se me pasó por la cabeza en el momento en que crucé el Paso Canoas para entrar en Panamá. ¿Cómo podría irme de aquí sin haber visto el canal? Así que, ni corto ni perezoso, aproveché el primer fin de semana que tenía libre para viajar hasta allí. Me fui con Nelly y Kim, dos estudiantes holandesas que ya había conocido en Turrialba, y que tampoco querían marcharse de este país sin admirar su principal atracción. Fue un viaje largo (unas 6 horas de autobús) pero mereció mucho la pena visitar Ciudad de Panamá, no solo por el canal en sí, sino por otros puntos de interés que no nos defraudaron en absoluto.




Uno de los muchos autobuses tuneados de la ciudad

Nada más llegar y, tras encontrar un alojamiento decente (Hostal Buenaventura, bueno, bonito y barato, zona Bellavista), nos dirigimos hacia las esclusas de Miraflores, desde donde se puede presenciar el paso de las embarcaciones desde el mar Caribe hasta el océano Pacífico, y viceversa. El horario de visita más recomendable es entre las 15 y 17 horas, cuando tiene lugar la mayor parte del trasiego de barcos. Nosotros solamente vimos pasar un buque grande, pero nos quedamos bastante satisfechos. Aparte, el centro de visitantes cuenta con un interesante museo y una proyección de video muy útil para conocer más sobre la historia de esta maravilla de la ingeniería.




Totalmente entre dos aguas

Los primeros intentos de abrir un paso entre los dos océanos tuvieron lugar a finales del siglo XIX por iniciativa francesa, pero el proyecto tuvo que ser abandonado por diversos motivos. Los estadounidenses retomaron la construcción, en la que participaron miles de trabajadores de todo el mundo, y finalmente, en 1914, el vapor Ancón se convertía en el primer barco que atravesaba los 80 kilómetros de longitud del canal. Desde entonces, naves procedentes de todos los confines de la tierra cruzan cada día de un lado a otro, ahorrándose en el mejor de los casos hasta dos semanas de travesía. A partir de 1999, el canal es administrado por el gobierno panameño, que ha convertido a esta obra maestra en símbolo del orgullo nacional.





Para continuar con nuestra ruta, tomamos un taxi en dirección al casco viejo de Panamá, un pintoresco barrio a la orilla del Pacífico, cuyas callejuelas se organizan en torno a la Plaza de la Independencia, el corazón del vecindario. Alrededor podemos encontrar diversos edificios notables como la Catedral, el Teatro Nacional o el Palacio de las Garzas, el lugar de residencia del presidente.


Catedral


Plaza Bolivar



Una de las cosas que más salta a la vista es el estado de deterioro de algunas casas, algunas prácticamente derruidas y abandonadas. A pesar de todo, el lugar no deja de desprender cierto encanto y aroma de un pasado esplendoroso. También hay que tener en cuenta que no es un área del todo segura y que al caer la tarde se recomienda salir por patas de allí, aunque el ambiente no es tan peligroso como otras zonas de la ciudad como El Chorrillo o Curundú, donde la criminalidad suele ser bastante alta y es mejor evitarlas pues.







Antes del atardecer, aún nos quedó tiempo para darnos una vuelta por Panamá Viejo, el primer asentamiento europeo en la costa del Pacífico. Aquí se encontraba la antigua ciudad antes de que a los piratas ingleses, comandados por Henry Morgan, les diera por destruirla allá por el 1671. Hoy día solo permanecen unas pocas ruinas, destacando el conjunto de las Casas Reales.







Otra de las cosas que más nos gustó en Panamá City, fue su animada vida nocturna. Salimos por Calle Uruguay, un concurrido lugar donde se concentra la mayoría de los garitos de moda de la ciudad. Es una zona frecuentada por gente bien aunque los precios no son excesivamente caros. Además, cuando uno tiene la suerte de ir acompañado de dos rubias con ojos azules, como en mi caso, entra gratis a casi todas partes. ¿Discriminación positiva? Pues si. Entre los locales más recomendados se encuentran La Kava o el S6is.



Al día siguiente, y después de otras 6 horas de autobús, amenizadas por algunas películas cargadas de violencia, cortesía de nuestro querido conductor, para el beneplácito de niños y adultos, regresamos a Boquete, muy contentos con la experiencia. No era para menos, habíamos puesto nuestros pies en uno de esos lugares que toda persona debería visitar antes de morir.


Cruzando el Puente de las Américas

Y hoy mismo es mi último día aquí. Ha sido una semana que se me ha pasado volada, en los que he trabajado como nunca (con jornadas de hasta 10 horas de clase), pero he también he tenido tiempo para el disfrute. Aún así he echado bastante de menos el cachucheo y el jaleo que existe en la otra escuela en Turrialba, con más profesores y profesoras alrededor y un ambiente más animado, y por supuesto, el sempiterno “pura vida”. Pero bueno, mañana estaré de nuevo por allí, listo para vivir mi recta final en Centroamérica.

2 comments:

  1. Siempre es muy interesante todo lo que se puede aprender en tu blog, gracias!!!

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  2. Me alegró mucho lo que escribiste sobre mi país, Panamá; y d que es uno de los lugares que toda persona debia visitar antes de morir.. Graciasss...por gustarte Panamá.

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